Jostein Gaarder (Oslo
1952)
Escritor noruego autor de
novelas, historias cortas y
libros para niños
Aquí estoy de nuevo. Como ves, este curso de filosofía
llegará en pequeñas dosis. He aquí unos comentarios
más de introducción.
¿Dije ya que lo único que necesitamos para ser
buenos filósofos es la capacidad de asombro? Si no
lo dije, lo digo ahora: LO ÚNICO QUE NECESITAMOS
PARA SER BUENOS FILÓSOFOS ES
LA CAPACIDAD DE ASOMBRO.
Todos los niños pequeños tienen esa capacidad. No
faltaría más. Tras unos cuantos meses, salen a una
realidad totalmente nueva. Pero conforme van creciendo,
esa capacidad de asombro parece ir disminuyendo.
¿A qué se debe? ¿Conoce Sofía Amundsen
la respuesta a esta pregunta?
Veamos: si un recién nacido pudiera hablar, seguramente
diría algo de ese extraño mundo al que ha
llegado. Porque, aunque el niño no sabe hablar,
vemos cómo señala las cosas de su alrededor y
cómo intenta agarrar con curiosidad las cosas de la
habitación.
Cuando empieza a hablar, el niño se para y grita
«guau, guau» cada vez que ve un perro. Vemos
cómo da saltos en su cochecito, agitando los brazos
y gritando «guau, guau, guau, guau». Los que ya
tenemos algunos años a lo mejor nos sentimos un
poco agobiados por el entusiasmo del niño. «Sí, sí,
es un guau, guau», decimos, muy conocedores del
mundo, «tienes que estarte quietecito en el coche».
No sentimos el mismo entusiasmo. Hemos visto
perros antes.
Quizás se repita este episodio de gran entusiasmo
unas doscientas veces, antes de que el niño pueda
ver pasar un perro sin perder los estribos. O un
elefante o un hipopótamo. Pero antes de que el niño
haya aprendido a hablar bien, y mucho antes de que
aprenda a pensar filosóficamente, el mundo se ha
convertido para él en algo habitual.
¡Una pena, digo yo!
Lo que a mí me preocupa es que tú seas de los que
toman el mundo como algo asentado, querida
Sofía. Para asegurarnos, vamos a hacer un par deexperimentos mentales, antes de iniciar el curso de
filosofía propiamente.
Imagínate que un día estás de paseo por el bosque.
De pronto descubres una pequeña nave espacial en
el sendero delante de ti. De la nave espacial sale un
pequeño marciano que se queda parado, mirándote
fríamente.
¿Qué habrías pensado tú en un caso así? Bueno,
eso no importa, ¿pero se te ha ocurrido alguna vez
pensar que tu misma eres una marciana?
Es cierto que no es muy probable que te vayas a
topar con un ser de otro planeta. Ni siquiera sabemos
si hay vida en otros planetas. Pero puede ocurrir
que te topes contigo misma. Puede que de pronto
un día te detengas, y te veas de una manera
completamente nueva. Quizás ocurra precisamente
durante un paseo por el bosque.
Soy un ser extraño, pensarás. Soy un animal misterioso.
Es como si te despertaras de un larguísimo sueño,
como la Bella Durmiente. ¿Quién soy?, te preguntarás.
Sabes que gateas por un planeta en el universo.
¿Pero qué es el universo?
Si llegas a descubrirte a ti misma de ese modo,
habrás descubierto algo igual de misterioso que
aquel marciano que mencionamos hace un momento.
No sólo has visto un ser del espacio, sino que sientes
desde dentro que tú misma eres un ser tan misterioso
como aquél.
De: El Mundo de Sofía. Jostein Gaarder. Editorial
Siruela. Madrid, 2000.
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