Carlos López y Moisés Sánchez Franco
En 1938, el actor y director de cine Orson Welles tuvo una idea brillante y a su vez terrible; en un programa radial, decidió representar, con el estilo de un rotativo informativo, La guerra de los mundos, del autor de ciencia ficción H. G. Wells. Los oyentes del programa se espantaron, pues pensaron que la Tierra estaba siendo invadida por alienígenas crueles que no dudaban en destruir edificios y en asesinar gente con sus armas poderosas. No repararon que todo era una ficción y salieron raudos de sus casas a alertar a otros vecinos y a buscar la forma de protegerse y huir. La ola de pánico se extendió y tuvieron que pasar muchas horas para que la verdad fuera revelada y la tranquilidad reinase. ¿Qué generó toda esta reacción de histeria y pánico colectivo? Curiosamente solo el discurso radiofónico de Welles.
Otro hecho relacionado con el discurso: en 1987, Alan García Pérez, por entonces presidente del Perú, dirigió su discurso a la nación por 28 de julio. La crisis económica empezaba a golpear al país, la inflación subía a ritmo de galope, el sol se devaluaba, y el público televidente y radioyente esperaba escuchar las nuevas medidas gubernamentales que permitieran salir del problema. En medio de gran expectativa, García Pérez anunció que la medida que tomaría para solucionar el problema económico sería la de estatizar la banca. Los bancos iban a ser ahora dirigidos y controlados por el Gobierno. Esta declaración generó una reacción inesperada. En ese mar picado, el escritor Mario Vargas Llosa saltó a la palestra política al convertirse en el defensor del liberalismo económico y, por supuesto, de la propiedad privada de los bancos. Los peruanos, en su mayoría, rechazaron esta propuesta presidencial con marchas y mítines multitudinarios dirigidos por Vargas Llosa, quien, en esa coyuntura, fundó su movimiento Libertad. ¿Qué provocó todas estas acciones? Otra vez un discurso, en este caso, el de Alan García.
En realidad, todo discurso realiza acciones y a su vez genera reacciones. Todo discurso responde a una intención, a un propósito; y este propósito provoca respuestas como lo ocurrido en el caso de Welles o en el de García. Por ello, podemos afirmar que el discurso participa de la interacción social, es decir, de la forma en la cual se relacionan las personas.
Ahora bien, es necesario estudiar al discurso como actividad social, ya que así podemos comprender qué tipo de ideas son representadas y difundidas mediante los discursos, a quiénes favorecen estas ideas, qué aspectos de la vida resaltan, qué tipo de creencias se intenta imponer.
El Análisis Crítico del Discurso (ACD) analiza aquellos discursos que están relacionados con prácticas sociales complejas y de gran alcance. Por ello, se preocupa en analizar discursos de corte institucional: declaraciones políticas, expresiones periodísticas, películas, comerciales, manifestaciones eclesiásticas, etc., es decir, todos aquellos productos verbales relacionados con el poder. Para llevar a cabo su estudio, el ACD analiza la acción o intención comunicativa, el contexto, el poder y la ideología, subyacentes en un discurso. A continuación, definiremos cada una de estas categorías y luego las aplicaremos en el discurso de Mario Vargas Llosa “El Perú no necesita museos” a propósito de la polémica generada en torno al Museo de la Memoria.
Acción o intención comunicativa Todo discurso posee una intención, pues tiene un objetivo. Así, cuando alguien habla o escribe tiene un fin preciso que involucra a la persona que escucha o lee el mensaje. De esta forma, todo discurso es, en el fondo, una actividad social.
La intención determina o modela el discurso del emisor. Pensemos en esto: si queremos realizar una declaración amorosa, definitivamente tendremos que elegir palabras relacionadas con la dulzura o el afecto sincero y desecharíamos, probablemente, aquellos términos vulgares o chocantes. Además, nuestro tono de voz cambiaría con tal de parecer agradable y hasta tierno.
Al momento de considerar la intención comunicativa también debe tenerse en cuenta el papel que desempeña el receptor. Éste participa de una manera activa, pues interpreta el discurso del emisor en función de la hipótesis que hace sobre cuál es esta intención.
Contexto
Es el entorno o circunstancias en el que tiene lugar el discurso. "El discurso se produce, comprende y analiza en relación con las características del contexto. Por lo tanto, se interpreta que el análisis social del discurso define el texto y el habla como situados: describe el discurso como algo que ocurre o se realiza "en" una situación social" (van Dijk, 2001: 32).
Para definir el contexto de un discurso se debe tener en cuenta el tiempo, el espacio y la posición del hablante. Los contextos como los discursos no son objetivos, puesto que los conforman hechos sociales interpretados y producidos por y para los participantes. Van Dijk, un estudioso del ACD, señala que el género, la posición social, el grado de educación, el vínculo étnico y la profesión constituyen condiciones contextuales dignas de remarcar en el análisis del discurso (van Dijk, 2001: 33).
Poder
En toda relación social siempre hay alguien que tiene más poder que otro. El discurso permite entablar y afianzar las relaciones sociales, pero, claro, estas siempre están mediadas por el poder. Pensemos en nosotros viendo un noticiero. Escuchamos al locutor y nos conmovemos por las noticias que este presenta. En este caso, el medio de comunicación tiene más poder que nosotros, domina la relación, pues nos presenta el panorama del mundo que cree conveniente y, además, determina nuestras reacciones. Así, su poder radica en el manejo de la información, la misma que nos hará pensar, conversar o emocionarnos por alguna noticia propuesta por su discurso noticioso. De alguna forma, un noticiero nos controla, pues finalmente terminamos respondiendo a lo que buscaba. Por eso, analizar el concepto de poder es importante, porque de esa forma podemos observar cómo se organizan diversos vínculos entre discurso y sociedad. Para los propósitos del ACD, interesa concentrarse en el poder social, es decir, en la relación específica entre grupos sociales o instituciones. El análisis crítico del discurso se ocupa del ejercicio ilegítimo del poder, como las violaciones a los derechos humanos o a los derechos individuales o de grupo.
El poder que ejerce un grupo sobre otro se evidencia en el hecho de que alguno de ellos posee cierta forma de control sobre el otro. El control puede afectar a las acciones: los actos de los dominados responden a los deseos de lo dominantes. Una forma de control es la fuerza bruta, el poder físico, como el empleado por la policía. Una segunda forma de control es la mental, es decir, el control sobre "las intenciones o propósitos de las personas", como en el caso de los noticieros. Existen maneras complejas o sutiles de controlar las mentes de las personas mediante un texto escrito o el habla. En cualquiera de estos casos, siempre es posible persuadir a las personas para la realización de actos determinados por medio de argumentos o cualquier otro discurso de persuasión.
Bajo estas circunstancia, es pertinente recuperar el concepto de poder hegemónico: aquel que permite que “las personas actúen como si ello fuera natural, normal o simplemente existiese consenso” (van Dijk, 2001: 43). El poder hegemónico se construye en las instituciones educativas, en los medios de comunicación, en la publicidad, en el cine, la literatura, entre otros. Todas estas instituciones o medios permiten el control de las mentes (conocimientos, actitudes, ideologías) de grupos y lo hacen principalmente mediante el discurso. Esto, sin embargo, presupone otro aspecto fundamental de las relaciones entre poder y el discurso, a saber: el "acceso". Solo los poderosos tiene diversas formas de acceso, es decir, diversas vías para dirigirse a la opinión pública, como mediante campañas de información, entrevistas, conferencias de prensa, comunicados de prensa y otros géneros discursivos dirigidos a los periodistas. Por ello, no es casualidad que en las revistas, programas de televisión periódicos quienes más aparezcan sean, además de los artistas o deportistas, los políticos y empresarios, en otras palabras, gente relacionada con el poder.
Finalmente, debemos aclarar que el poder social de los grupos no es eterno ni sólido, por el contrario puede estar lleno de contradicciones. Dichas incoherencias terminan generando al poco tiempo la debacle de todo grupo de poder. A modo de ejemplo, recordemos el gobierno de Alberto Fujimori. El presidente Fujimori aseguraba que la sociedad peruana de la década del 90 vivía en democracia. Para demostrarlo, los tres poderes del estado, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, parecían funcionar con eficacia. Sin embargo, en dicha década se formó el grupo Colina, se compró la línea editorial de periódicos y medios de comunicación audiovisuales, así como la fidelidad de congresistas y jueces. El descubrimiento de estos crímenes y el escándalo desatado en la opinión pública marcaron la debacle del gobierno fujimorista y la entrada al poder de los grupos de oposición liderados por Valentín Paniagua.
Ideología
Todo discurso encierra en sí una visión del mundo, una forma de ver la vida, una doctrina que puede ser religiosa, política o filosófica. Así, todo discurso transmite ideas, define grupos y posiciones en la sociedad. Estas ideas las adquirimos en la cultura, escuchando los discursos o practicándolos. Las ideologías regulan no sólo el conocimiento sino también, especialmente, las actitudes que los grupos comparten acerca de ciertas cuestiones sociales:
En síntesis, las ideologías son las representaciones mentales que forman la base del conocimiento y actitudes compartidos de un grupo. Es este sistema de ideas lo que nos permite definir nuestra “posición” en el mundo y lo que debemos pensar acerca de las cuestiones sociales” (van Dijk, 2001: 56).
Para que un discurso pueda ser estudiado ideológicamente, se requiere que aquel sea el producto de un miembro de un grupo. Asimismo, se debe observar qué estructuras discursivas expresan o realizan objetivos o propósitos grupales.
El poder y el control grupal sobre el discurso están controlados por las ideologías, debido a que estas influyen no sólo sobre el discurso, sino también sobre la forma en la que nos desenvolvemos en la sociedad.
"El Perú no necesita museos": una respuesta mordaz de Mario Vargas Llosa al rechazo del museo de la memoria
¿Por qué un político peruano insinúa que un país pobre y con deficiencias sociales como el Perú no puede construir y mantener un museo de la memoria? Esta parece ser la interrogante que el recientemente galardonado escritor Mario Vargas Llosa se propone responder con su artículo “El Perú no necesita museos”, cuya finalidad fue la de reflexionar sobre la negativa del gobierno peruano a la donación del gobierno alemán para la construcción de un museo. Al mismo tiempo, este cuestionamiento le sirve para incitar una transformación en las ideas de los políticos y de los ciudadanos en general. En primer lugar, debemos comprender las circunstancias en las que se produjo el intercambio de opiniones. Con motivo de la V Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, el Caribe y la Unión Europea, realizada en Lima entre el 13 y 17 de mayo de 2008, la canciller alemana Angela Merkel ofreció una donación de dos millones de dólares al gobierno peruano con la finalidad de construir y mantener un museo de la memoria. Este ofrecimiento correspondía a uno de los ejes de la cumbre, el de la cooperación para el desarrollo. A pesar del propósito de la donación, el gobierno del presidente Alan García reaccionó de manera negativa. Citemos, solo por economía de espacio, tres nombres de los muchos que vieron en la propuesta alemana una amenaza a la integración nacional: Antero Flores Araóz, entonces Ministro de Defensa; Rafael Rey, congresista de la República, ex Ministro de la Producción y, posteriormente, sucesor de Flores Aráoz en la cartera de Defensa; y el polémico Cardenal Juan Luis Cipriani, quien considera que la defensa de los derechos humanos es una "cojudez" . Los medios de prensa nacionales y extranjeros dieron cobertura al desaire y al enfrentamiento de opiniones entre políticos, integrantes de las Fuerzas Armadas, religiosos e intelectuales. ¿Qué revelaba este conflicto? ¿Cuáles eran las razones para negarse a la construcción de un espacio social que nos recordara la tragedia del terrorismo y su enfrentamiento con el Estado? Las opiniones enfrentadas son un síntoma de fracturas sociales mayores. Nosotros, en nuestro análisis de la interacción social del discurso, nos centraremos en el artículo que inició una transformación en la percepción que los políticos peruanos tenían del museo de la memoria. El autor de Conversación en La Catedral publicó, el 18 de marzo de 2008, un artículo de opinión titulado "El Perú no necesita museos" en el diario El Comercio. El espacio que el galardonado escritor peruano aprovechó para difundir sus ideas es el de la columna que semanalmente aparece en el referido diario peruano bajo el nombre "Piedra de toque". Recurriendo al soporte de la escritura -actividad a la que se ha consagrado y le ha valido numerosos reconocimientos internacionales-, manifiesta su rechazo ante las opiniones de los ministros peruanos, voceros del actual gobierno. ¿Cuál es la posición de Mario Vargas Llosa para cuestionar las acciones políticas del gobierno peruano? Mejor dicho, ¿cuál es el poder que le permite al escritor nacional enfrentarse a la posición del gobierno peruano? No únicamente, como podemos sospechar, su condición de peruano. A este, debemos sumarle su rol de intelectual o su fuerte conciencia ciudadana. Asimismo, debemos recordar que, a fines de la década de 1980, Vargas Llosa fundó el Movimiento Libertad, partido político que surgió en abierta oposición a las medidas populistas del gobierno de 1985-1990 de Alan García Pérez. Para la campaña electoral de 1990, se constituyó el Frente Democrático (Fredemo), una coalición política integrada por el Movimiento Libertad, el Partido Popular Cristiano y Acción Popular. Desde ese momento, Mario Vargas Llosa no ocultó su simpatía por el neoliberalismo, política económica adversa al intervencionismo estatal en materia social o económica, y que defiende al libre mercado capitalista como responsable del equilibrio social y del crecimiento económico. Esa abierta adhesión a esta línea político-económica fue utilizada por su adversario en los comicios de 1990, Alberto Fujimori, para restarle simpatía y votos. Mario Vargas Llosa, entonces, es una figura relevante en el mundo social y político peruano. El último premio internacional que ha recibido en reconocimiento a su aporte al desarrollo de la lengua española es el Premio Internacional Don Quijote de la Mancha. Entonces, su prestigio en el ámbito de la actividad política y su reputación como intelectual le aseguran una posición privilegiada al momento de intervenir con sus opiniones en los debates políticos o literarios nacionales. Una consecuencia de su renombre es el hecho de poseer una columna semanal no solo en el diario El Comercio, sino en otros muchos de habla castellana. Es una persona con la capacidad de proponer transformaciones en los actos de las personas, especialmente de los lectores del medio de prensa peruano. ¿A quién se enfrentaba Mario Vargas Llosa con su artículo? El documento que aquí nos interesa analizar es una respuesta a las opiniones del entonces ministro de Defensa Antero Flores Aráoz. Este es un abogado y político peruano que ha realizado su carrera política en el Partido Popular Cristiano y en Unidad Nacional. Ha ocupado cargos políticos como el de Diputado o Congresista de la República. Además, ha sido elegido, en diciembre de 2006, como Representante Permanente del Perú ante la Organización de los Estados Americanos. Fue nombrado ministro de Defensa en reemplazo de Allan Wagner en el mes de diciembre de 2007. Quizá algún lector recuerde, a propósito de una secuencia fotográfica con motivo de las celebraciones por Fiestas Patrias que retrataban a la bailarina Leysi Suárez desnuda montada en un caballo sobre la bandera nacional, la pasión con la que el entonces ministro de Defensa manifestaba las consecuencias penales a las que la "desabrigada" bailarina estaba expuesta por la "vejación contra los símbolos patrios" . Diversos medios de prensa cuestionaron las encendidas declaraciones del Ministro acerca de las fotos supuestamente patrióticas; posteriormente sucedería lo mismo con sus declaraciones a propósito de la donación anunciada por la canciller alemana Angela Merkel. Podríamos resumir aquí, brevemente, el perfil de los adversarios verbales. Por un lado, el intelectual nacional que goza, tal vez con diferencia de matices, de un mayor prestigio por sus reconocimientos literarios internacionales, por su clara y mantenida defensa del modelo neoliberal, por su respeto y admiración por los Estados democráticos, y su apasionado rechazo a los remanentes a los regímenes totalitarios. Su derrota frente a Alberto Fujimori, observado desde la distancia, es una experiencia favorecedora, porque lo alejó de los sentimientos de cierta parte de la población que considera que la política nacional y sus representantes son un circo. Por otro lado, el político peruano, a pesar de su larga y permanente exposición en el entablado del poder, ha tenido manifestaciones ciertamente cuestionables. Sus méritos como Representante Permanente del Perú ante la Organización de los Estados Americanos no han tenido el peso suficiente al momento de criticar su inclusión como ministro de Defensa y sus posteriores acciones. Cuando Mario Vargas Llosa explica que la negativa a la creación de un museo se debe a dos características de la política peruana, “la incultura y la intolerancia”, está describiendo a la totalidad de este grupo de poder. “Inculto” es toda persona o nación que posee modales burdos y de limitada instrucción; por lo tanto, emplear este término para calificar a los políticos peruanos no oculta su intención: acusarlos de incapaces para ejercer funciones que implican una formación de la cual carecen. “Intolerante”, por otro lado, refiere la falta de respeto frente a ideas, opiniones o prácticas distintas de las propias; en el contexto del artículo de Vargas Llosa, que los políticos sean intolerantes expresa que ellos, lejos de ejercer las prácticas democráticas, están más cercanos a los designios del tirano o del dictador. Así, el empleo de estas dos palabras para definir a nuestra clase política corresponde con la intención global del discurso escrito que analizamos: aceptar un Museo de la Memoria es un ejemplo de prácticas democráticas que, evidentemente, los actuales representantes políticos no comparten. Con el empleo de términos como “entorchados”, que hace referencia a los bordados de oro o plata que sirven para distinguir a los militares o ministros, o “úcase”, orden o mandato injusto, tiránico y arbitrario, el intelectual vuelve a insistir en las nefastas características de la élite política nacional: militares tiránicos. Como una estrategia más de su discurso, el novelista describe el conflicto armado de la década de 1980 a la del 2000. Con la frase “guerra revolucionaria”, retrata el enfrentamiento armado entre diversos bandos del país que son caracterizados de una manera particular: “salvajismo terrorista”, la “desmesura” militar y los “humildes campesino”. Si recordamos la muestra fotográfica elaborada por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) o el documento publicado por ella, no nos quedará dudas de que, entre los disparos de las armas terroristas y las armas del Ejército peruano, se encontraba la población rural. Asimismo, Vargas Llosa señala el contexto de aparición de la CVR: al final de la dictadura de Alberto Fujimori, responsable de la violación a los derechos humanos, el gobierno democrático presidido por Valentín Paniagua la nombró para investigar lo que denomina “tragedia social”. Añade el autor de La ciudad y los perros que este estudio encontró la oposición en sectores aliados al fujimorismo, estado “corrupto”, “cleptómano” y “asesino”. Si bien la muestra organizada por la CVR, Yuyanapaq (Para recordar) comunica la intensidad del crimen cometido por los terroristas y las fuerzas militares, no es el único medio de impedir un nuevo brote de ferocidad y de horror. Desde el punto de vista del intelectual, el fanatismo, y el desprecio ante la moral y la ley son las razones que explican la lucha armada de las dos últimas décadas del siglo pasado. Mario Vargas Llosa difiere del carácter pragmático de las razones del Ministro, quien considera que lo principal es asegurar la educación y el alimento antes que el conocimiento del pasado. Además, el Ministro critica el trabajo realizado por la CVR pues la considera parcial al culpar de las pérdidas humanas y materiales al ejército y a los terroristas. Desde la perspectiva del narrador peruano, la política antiterrorista organizada en el gobierno de Alberto Fujimori se produjo fuera de ley, es decir, fuera de los parámetros que un estado democrático debió contemplar. Se evidencia entonces en las razones de Vargas Llosa una crítica al estado dictatorial de la década de 1990. En esta línea, la labor de la CVR -considera el autor de Los Jefes- rescata el valor por desentrañar los hechos de la historia de la violencia fanática y antidemocrática. ¿Por qué el Perú necesita el museo de la memoria? Vargas Losa lo expresa con claridad: para combatir “actitudes intolerantes, ciegas y obtusas que desatan la violencia política” y para conocer que el fin no justifica los medios. Queda en evidencia que detrás de la negativa a un museo de la memoria se esconde un rechazo al conocimiento y reconocimiento de las responsabilidades políticas y sus consecuencias en un estado antidemocrático. De ahí que concluya expresando que el progreso significa también sabiduría para distinguir lo bueno, lo malo, lo “intolerable”, pero especialmente que los museos aseguran que los políticos no digan tonterías.
Balance final
Las personas se relacionan o interactúan mediante discursos. En realidad, toda sociedad está regida por los discursos. Por ello, para el ACD, es importante analizar la interacción social que crean los discursos relacionados con el poder. Así, mediante el análisis de discursos políticos, de la publicidad, de artículos periodísticos, entre otros, se puede entender las estrategias de dominación a partir del estudio de la intención comunicativa, el contexto, las prácticas de poder y la ideología que subyacen en dichas construcciones verbales. El estudio del discurso de Mario Vargas Llosa “El Perú no necesita museos” nos permite advertir dos intenciones comunicativas: contrarrestar con argumentos sólidos los ataques contra el Museo de la Memoria y persuadir a sus detractores de la importancia del mismo para la sociedad peruana. Su artículo surge como respuesta a las declaraciones antitolerantes de Antero Flores Araoz, por entonces ministro de Defensa, quien se oponía a la construcción del museo de la memoria. Para ello, emplea su posición de poder como intelectual de prestigio que cuenta con un espacio en uno de los diarios más leídos del país, El Comercio. En su escrito, subyace una ideología claramente anti totalitarista y pro democrática; perspectiva muy oportuna para enfrentar las declaraciones exacerbadas de nuestros políticos gobernantes siempre tan prestos a torcerle el cuello a la verdad.
Bibliografía
ABAJO DE PABLOS, JUAN JULIO DE (2001). La guerra de los mundos de Orson Welles y otros escritos sobre cine. Valladolid: Fancy ediciones.
CENTRO VIRTUAL CERVANTES. Diccionario de términos claves de ELE. Consulta: 23 de abril de 2010.
http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/intencioncomunicativa.htm
VAN DIJK, TEUN (2001). El discurso como interacción social. Barcelona: Gedisa, 2001.
domingo, 23 de mayo de 2010
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