Claudia Maldonado Cáceres
¿Cuál es la función más importante del lenguaje? ¿Qué quiere decir comunicar? ¿De qué depende que realmente comuniquemos nuestras ideas? ¿Es fácil que esto ocurra? Dado que, como seres humanos, somos parlantes por naturaleza y usamos el lenguaje casi sin darnos cuenta, se nos hace un hábito comunicarnos a través de una lengua y damos por fácil un proceso que, en realidad, por su complejidad, es digno de admiración y de estudio. Asumimos que la comunicación de nuestras ideas es sencilla y, dado que comprobamos la efectividad de nuestro uso del idioma cotidianamente, es poco probable que, sin una motivación externa, nos pongamos a pensar en los procesos que hacen de nosotros los seres que privilegiamos, por encima de todo, la forma de comunicación lingüística en nuestras vidas.
Partamos de una idea conocida por la mayoría y aceptada como tal. Comunicar(se) es transmitir ideas, sentimientos, experiencias. En la comunicación lingüística, una persona genera un mensaje en un idioma determinado, que conoce y usa con naturalidad, y otra persona lo capta y comprende. Esta descripción ha sido esquematizada así:
Emisor mensaje Receptor
También, para complejizar un poco, se ha dicho que el emisor “codifica” un mensaje en un determinado “código” (su lengua), el mismo que debe ser compartido por el receptor, quien “decodificará” el mensaje a partir del conocimiento que tiene de las reglas del idioma en que le hablan. A partir de allí, se ha propuesto e impuesto la idea general de que
Comunicar = codificación + decodificación
(a cargo del emisor) (a cargo del receptor)
Por lo tanto, para comunicar, bastaría con que emisor y receptor sean hábiles en el uso de su idioma, es decir, que sepan cuáles son sus reglas, para que se produzca la comunicación.
Una idea también conocida y aceptada es que un idioma es un sistema: un conjunto de elementos finitos más sus reglas de funcionamiento. Al combinar dichos elementos (sonidos, palabras, frases, oraciones) según lo indican las reglas de la lengua, seremos capaces de producir infinitos mensajes en función de nuestra necesidad. A partir de ello, nuevamente, se deduce que para comunicar hay que tener un saber lingüístico, es decir, un conocimiento de las reglas del idioma que usamos, para garantizar la codificación de infinitos mensajes que otro usuario del mismo código o lengua deberá ser capaz, a su vez, de decodificar.
Sin embargo, hace tiempo ya que la ecuación 1, según la cual el hecho de comunicar es igual a codificación + decodificación, ha sido revisada y puesta en cuestión. Se sostiene ahora que, para que realmente se produzca la cabal comprensión de un mensaje, son necesarios, además de los conocimientos sobre el código, es decir, los saberes lingüísticos o de reglas de idioma para codificar y decodificar, un saber o conocimiento sobre el mundo, que les permita no solamente lo primero, sino, además y fundamentalmente, interpretar.
Ahora, la ecuación es la siguiente:
Comunicar = (de)codificación + interpretación
(tiene que ver con (tiene que ver con un saber sobre
un saber lingüístico) mundo, tanto del emisor como del
receptor)
¿Qué quiere decir “saber sobre el mundo”? Para explicarlo, analicemos el siguiente caso: un tímido joven universitario toma valor y decide invitar a la compañera de clases que le gusta a tomar algo en la cafetería. Se produce el diálogo siguiente:
Juan : Marcela, ¿vamos un rato a la cafetería?
Marcela: Esteee… Creo que tengo clase de Lenguaje… En verdad, tengo
clase…
¿Qué interpreta usted, lector, al leer este diálogo? ¿Realmente tiene Marcela una clase a esa hora? La interpretación de que sí la tiene, tanto como la de que no, dependen, en este y todos los casos, de conocimientos que los hablantes poseen y que van más allá de sus saberes relativos al sistema (elementos más reglas) del idioma. Si conocemos un poco el contexto y podemos afirmar que el enamorado de Marcela es muy celoso y, además, en el horario de ella figuran dos horas libres en ese momento, tenemos datos para una determinada interpretación. Si sabemos que a ella le disgusta Juan, tenemos datos para otra. Y así, las posibilidades de interpretar hacen cada vez más complejo un mensaje que lingüísticamente parecía sencillo. Pensemos además en detalles como el tono de la voz con el que habla Marcela, su mirada esquiva al decir que tenía clases, y nos adentraremos más todavía en el hecho de que la comunicación, si realmente se pretende con ella la cabal comprensión de los mensajes, es un tema con muchas más variables que la simple codificación y decodificación.
Un elemento más al respecto es aquel que tiene que ver con la cultura de los hablantes, entendiéndose esta como el conjunto de ideas, valores, prejuicios, experiencias sociales, etc. que cada individuo posee a partir de su propia vivencia. ¿Qué entiende usted en el diálogo siguiente?
A : ¿Conoces al nuevo candidato del partido X?
B : ¡Y cómo no, si es una tremenda rata que sale en los noticieros
siempre!
Usted, como lector peruano, entenderá que el susodicho político es un personaje controvertido, cuya aparición en los medios tiene que ver con su mala conducta. Asociará de inmediato la alusión al roedor con una idea que es culturalmente compartida (lamentablemente) en nuestro medio, que sostiene que los políticos son deshonestos, corruptos, unas “ratas”. ¿Comprendería exactamente lo mismo cualquier hablante? ¿No necesitará, además del significado de las palabras, un conocimiento más bien del contexto, de los usos propios de los hablantes de un determinado grupo social? Porque, piense solamente si, en lugar del roedor, B hubiera respondido que el candidato es un tigre.
Quiere decir entonces que, cuando nos comunicamos, cuando escogemos las palabras y las estructuras con la intención de crear un mensaje, estamos recurriendo, claramente, a nuestro conocimiento del español como sistema, del cual empleamos elementos y reglas, pero, además, hacemos uso de contenidos, de connotaciones y de giros que son comprensibles solamente si (a) conocemos el contexto en que se dicen las cosas y (b) entendemos supuestos culturales compartidos tanto por el emisor como por el receptor. Y este conocimiento o saber sobre el mundo es tan o más fundamental que el saber lingüístico cuando de comunicar se trata.
Pasemos a una tercera cuestión que complejiza más aún el tema de la comunicación a través del lenguaje. Se trata del hecho siguiente: los hablantes no usamos el sistema de la misma manera cuando nos lanzamos a codificar o construir nuestros mensajes. Al plantear la noción de “norma” , se ha dicho que, en el uso del idioma, es totalmente común que se produzcan diferencias. No construye igual sus oraciones castellanas un madrileño frente a un limeño, o este frente a un ciudadano de La Paz, Bolivia. Los usos “normales” para cada grupo de hablantes pueden ser totalmente novedosos y hasta extraños para otros que, sin embargo, emplean el mismo sistema lingüístico o lengua. El hecho de que todos los hispanoamericanos nos entendamos obedece a que, dentro de lo permitido por el sistema, podemos hacer uso de nuestra creatividad. Y los factores que determinan esa variación tienen que ver tanto con nuestra edad como con nuestra procedencia geográfica y social. Incluso puede verse que influyen hechos como ser hombre o mujer (aunque hoy, probablemente, hay más semejanzas que diferencias entre las formas de expresarse, por ejemplo, de los y las jóvenes en la universidad). La pertenencia a un grupo cualquiera, como una “barra brava” o un grupo de surfers también puede influir y, de hecho, influye.
Quiere decir entonces que, cuando usamos el idioma, ponemos en juego nuestro conocimiento de sus reglas, a la par que hacemos aparecer en nuestro discurso características sociales y culturales que nos son propias como hablantes. No se expresa igual un hincha de fútbol bonaerense frente a un par mexicano, o una profesora de Lenguaje de la UPC ante sus alumnos, que usa una manera de hablar diferente a la del boletero de un vehículo de transporte público cuando llama pasajeros. Tampoco usará el idioma por igual un estudiante de primer ciclo si se comunica por chat con sus amigos o si lo hace a través de un correo electrónico dirigido a su Decano para hacer un reclamo. En los casos descritos, entran en juego cuestiones como la intención comunicativa y la situación comunicativa.
El primer concepto, intención comunicativa, tiene que ver con lo que se pretende al comunicar: no será lo mismo pedir datos sobre la salida al cine que se organiza con los amigos vía Messenger que escribir un correo electrónico o una carta para reclamar ante una autoridad; tampoco pretende lo mismo, comunicativamente hablando, el alumno que suplica poder entregar un trabajo a destiempo que el que se queja por una calificación injusta. La intención comunicativa refiere, entonces, a lo que se tiene como objetivo comunicativo.
Cuando nos referimos a la situación comunicativa, aludimos más bien a todos los elementos contextuales de un evento comunicativo. Nos interesa cómo, en función de esos elementos, adaptamos nuestro uso del lenguaje. La misma persona se expresa de modo distinto en una entrevista de trabajo y en un contexto amical o familiar. Su uso del idioma se hará formal o informal según sea el caso. Ahora bien, todo lo antes dicho tiene que ver con la(s) manera(s) en que el emisor emplea los elementos y reglas del sistema para construir o codificar sus mensajes (saber lingüístico). Sabemos que pone en juego, además, su conocimiento del mundo. Adecuará entonces sus mensajes según su intención y a cada situación.
¿De qué modos repercuten estas variaciones y adaptaciones que realiza el emisor en el receptor? Dado que este no solo decodificará, sino que, sobre todo, interpretará, ¿cuánto le interesan o afectan dichas variaciones en el uso lingüístico? A continuación, veremos qué tanta importancia tienen para él. A través de los usos del idioma, es posible reconocer, identificar y entender mejor a quien se comunica con nosotros. El modo en que emplea el idioma nuestro interlocutor nos da, en su pura forma, información precisa sobre el emisor. Reconocemos a los demás hispanohablantes por su acento (características fonológicas de su mensaje). Nos vemos en problemas cuando, en el nivel de la estructura de las palabras, un hablante hace un uso no “normal” o fuera de “la norma”.
¿Todos los hablantes captan por igual un titular que anuncia “Jerma mata a gil por celos”? La palabra “mujer” ha sido alterada en su estructura o morfología. ¿En qué tipo de diario encontramos estos usos del idioma? ¿Reconocemos la procedencia de un hablante si produce un enunciado como “De la ciudad su clima es muy variable.”? En este último caso, la sintaxis oracional (ordenamiento de las palabras) parece corresponder a la forma de hablar propia de la selva del Perú. Solo con escuchar a esta persona hablar, podemos identificar su lugar de origen y, a su vez, este dato, nos ayudará a interpretar mejor lo que nos diga.
¿Son estos datos valiosos desde el punto de vista del receptor? ¿Cuánto contribuyen a su interpretación? ¿Pueden, más bien, constituir un obstáculo estas variaciones? Es necesario decir aquí que pueden ocurrir y de hecho ocurren ambas situaciones: la variación en el uso del idioma puede generar tanto puntos de encuentro como de incomprensión. Un hablante será más eficaz si domina una paleta más amplia, más variada de usos lingüísticos. Y eso incluye comprender cómo varía el idioma según las regiones, según las edades, según la procedencia social, según las situaciones y las intenciones comunicativas.
Los hablantes emplean usos variados de manera tanto consciente como inconsciente. El empleo de una determinada variedad puede hacerse con una intención expresa (hablamos o escribimos de determinada manera para lograr un determinado objetivo al identificarnos con el receptor o para, por el contrario, diferenciarnos), o puede obedecer a nuestros hábitos inconscientes y a la internalización de la norma de nuestro grupo.
A continuación, como ejemplo de un uso particular del castellano y de cómo este es empleado de manera efectiva para un determinado fin, procederemos a analizar un corpus o conjunto de datos que nos permitirán ilustrar mucho de lo planteado en estas líneas. Se trata del análisis de las cartas que los lectores de la revista peruana DEDOMEDIO hacen llegar a la redacción, así como de las respuestas que los jóvenes escritores y periodistas dan a estas comunicaciones.
Propuesta de análisis
Para entender cabalmente cualquier mensaje, debemos, en primera instancia, identificar a quien lo enuncia y a quien lo recibe. Saberlo permite captar la intención comunicativa que ha impulsado a los hablantes, además de situar los enunciados contextualmente. Una vez aclarado todo ello, el análisis podrá concentrarse en las formas empleadas para darle cuerpo o materialidad, a través del lenguaje, a lo que se desea comunicar. La forma es importante porque depende de ella qué tanto logremos adecuar un enunciado para que exprese cabalmente lo que queremos. Y la forma depende de nuestra creatividad lingüística. Por ello, el modo en que usamos y organizamos la materia prima (reglas y elementos del sistema) es fundamental.
Analizaremos, entonces, enunciados construidos en español de acuerdo con sus reglas básicas y veremos el modo en que, en el libre juego de la comunicación, las posibilidades del sistema son exploradas y actualizadas por los hablantes en su afán por comunicar.
Trabajaremos con los intercambios verbales que se producen cuando los lectores de la revista Dedomedio, publicación periódica peruana, envían sus cartas a la redacción de la misma. Estas son presentadas en una sección consagrada especialmente al diálogo entre la revista y quienes la consumen.
Dedomedio, como nombre, ya nos plantea un primer nivel de análisis. Está escrito como una sola palabra, una unión de dos morfemas (palabras o partes de palabras) para crear otro nuevo. Inmediatamente, la expresión nos remite a un gesto que se hace con ese dedo en específico, en un movimiento que insulta a quien observa la mano levantada. Este primer dato será pertinente cuando descubramos quiénes lo ejecutan y lo que simbólicamente querría decir. Para ello, habrá que identificar la intención comunicativa de los enunciados y la identidad de sus emisores y receptores.
Partamos de la presentación que los primeros hacen de sí mismos. Lo que sigue ha sido tomado de la página oficial de la mencionada revista en la red.
El primer número de la revista salió a la venta en agosto del año 2007, previo lanzamiento en la Feria del Libro. El director, los redactores y redactoras, los diseñadores, productoras, fotógrafos y miembros en general de este nuevo equipo debutaron con un manifiesto que tenía esta consigna: “¡Estamos cansados!”. Y, por cansancio ante la pobreza y poca originalidad de las publicaciones locales, ante la mala televisión, ante los críticos de cine y las secciones sociales de los medios, ante la prensa en general, empezaron a escribir la revista. Son jóvenes y no tan jóvenes (parecen haber sido adolescentes en los ochenta) y, por lo que se ve, son peruanos. La revista sale en Lima, pero a la fecha ya se difunde en varias provincias del país.
Los lectores encuentran, en la publicación, artículos sobre cuestiones políticas nacionales e internacionales, entrevistas a artistas peruanos y extranjeros, muchas referencias a música y a cine, cultura popular masmediática, cultura global, cultura peruana, comida peruana, cómic, sexo, libros, muchas imágenes, imágenes y más imágenes, y mucho humor, que comparte espacios con análisis profundos y artículos serios, bien fundamentados, sobre temas polémicos de interés nacional y global. Junto a contenidos propiamente nacionales, aparecen referencias culturales muy diversas, mas abundan temas relativos al mundo cultural y lingüístico anglosajón. ¿A quién puede gustarle esto? Al parecer, a los jóvenes y también a algunos de sus padres, a universitarios en general, pero a los
de clase media y hacia arriba en particular. A los limeños, por supuesto, y a gente de otros lugares del Perú que comparte una o más características de las antes señaladas. A gente conectada a Internet. A un público esencialmente urbano. El sustento de estas afirmaciones se presentará enseguida.
Con estas apreciaciones, podríamos pasar a analizar la o las intenciones comunicativas que han impulsado a los autores a escribir. Parece que lo hacen con placer, porque tienen algo que contar y han detectado a quienes los quieren leer. Afirmamos esto por la fuerte presencia del “yo” de quien escribe a lo largo de toda la revista. Todo lo que se dice es presentado como una toma de postura personal ante el tema. Es una revista de entretenimiento y cultura vendida con, al parecer, cada vez más éxito y constituye un producto interesante. Se escribe, pues, con la intención de que la compren y de que la gente se divierta al leerla, pero también porque a los articulistas les interesa decir lo que tienen que decir.
La revista pareciera, además, estar escrita con la intención de generar una corriente de identificación con los destinatarios; hay una búsqueda de empatía con el público manifiesta en el tono personal de los artículos: lo que se narra puede ser parte de la experiencia tanto de lectores como de redactores por igual. La voluntad de dialogar se manifiesta en las cartas y en las respuestas a estas, así como en la abierta invitación a las colaboraciones de cualquiera (por supuesto, previa evaluación). De hecho, la revista ya ha publicado artículos que han sido escritos por quienes la leen.
Para comprender la relación que hay entre la revista y su público, ese afán de diálogo e identificación que mencionamos, analicemos cómo se usa el lenguaje, cuál es la forma que este asume y cuáles son sus características.
Cartas de los lectores y respuestas a las mismas
Les escribo por dos motivos: el primero (en son de patería) para felicitarlos por la revista. Me parece fuera de lo común, única, con un lenguaje fácil de digerir, ¡elegante, pe’ varón! Les soy sincero, he comprado tan solo dos ediciones y las demás me las han regalado en distintos lugares (calle, trabajo, universidad). El segundo es para compartir con ustedes un texto que escribí hace poco. Un amigo me metió la idea (estúpida, creo) de mandarles el texto. No espero su respuesta, ni mucho menos que lo lean.
Luis Eduardo Torres Pacheco
resident-lutor@hormail.com
¿Te las regalaron? ¿Quicusa? Ahora pasaremos a leer tu texto y a confirmarte si efectivamente tu amigo tuvo una idea estúpida o no.
¡Hablen, pes’ meñiques!! Jajaja… Oe’ en serio, su revista está de la pe-eme. La primera edición que leí fue la de “Todos tenemos nuestro hijo de puta”, y como podrán imaginarse, después de eso me volví adicto. Su revista es peor que la droga y el alcohol juntos (y más rica también, jajaja). En serio, los felicito por el gran trabajo que hacen. Sigan así que me hacen cagar de risa, en especial con esos chistes gráficos. Aprovecho para hacerles una pequeña crítica: falta un crucigrama y un sudoku… jaja.
José Ruesta
Ruesta_89@hotmail.com
JUAT??? Falta que aprendas a respetar, carajo, ¿qué es eso de meñiques? Acá tenemos meñiques, anulares y pulgares, y en algunos casos hemos tenido que desenfundar dos índices en un movimiento paralelo que dice “esta pa’ ti”. Bueno, ya pues, aceptamos tus felicitaciones aunque los demás dedos se resientan. Ya le mandamos tus saludos a Nicholas Gurewitch, el autor de esas viñetas que cada mes nos hacen defecar de la risa…
El día que se publicó el número con portada de Kiss, vi su revista y pensé “qué bacán, ya salió”, pero estaba misio y pospuse su compra. Cuando salí a buscarla, increíblemente ya no la tenían en ningún lado. Fui de avenida en avenida y no había, me desesperé al punto que me cambió el humor. Después de recorrer cinco esquinas, pensé “bacán, ahí si la encuentro” y me fui corriendo a esas tiendas inmensas de color amarillo que invaden todo el cono norte. Dicho y hecho, entré a la tienda y la encontré. Estaba solita, era la única, la abracé, la desnudé, pasé mis manos por sus hojas y sentí su olor. Al momento de ir a pagar, me faltaba la plata y pensé “puta, no puedo ser tan piña, carajo”, así que entré en una encrucijada: salir de la tienda con la revista escondida en alguna parte o salir sin nada. Créanme, señores, no podía dejar de maldecir, así que pensé “tas ‘on, mhttp://www.blogger.com/img/blank.gife la llevo, si me pescan me tiro al suelo y me hago el epiléptico”. Pero como Diosito es grande, en la cola del cajero me encontré con un amigo y le metí floro para que me preste dos soles. Salí con mi Dedomedio, más misio y endeudado, pero feliz.
Dan Josué Blas Olivares
Dedofan
daresdar@gmail.com
Si entendemos bien, primero te bolsiquearon, luego tú quisiste bolsiquear a la tienda, pero finalmente terminaste cabeceando a un amigo. No hay duda de que Dedomedio es una mala influencia.
Hola, ¡Me parece bravaza la idea de que se celebre el Día del Disco, de las tiendas que venden discos! ¿Me pueden explicar el tema? ¡Larga vida al rock y a los demás géneros! Un abrazo.
Renzo Airaldi Tejada
renzo77u@hotmail.com
El tema es juntar a los interesados y crear un grupo más o menos sólido para luego organizar una feria en la cual se compren, vendan e intercambien discos, toquen grupos, y se generen alianzas entre la gente que disfruta la música y respeta a los músicos. Ya somos cinco conmigo. ¿Dónde está el resto? ¡Larga vida al rock, el pasodoble y el candomblé!
Hablen, jugadorazos. Antes que nada, buenas tardes. Agradezco la oportunidad que me dan de expresar cualquier huevada que me salga del forro. Habiendo dejado eso claro, quiero chismearles que un huevón escribió un comentario en “El útero de Marita” (a propósito de un cherry que les hizo por enésima vez). Bueno, este sujeto dijo que si ustedes hubiesen publicado esa carátula en EE.UU., todos los números habrían sido confiscados y les habrían prohibido la distribución. ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Pues al parecer el pata la encontró racista. ¿Alguien podría por favor explicarme en qué demonios estaba pensando ese tío?
Jorge Castro
Jorgecastro32@gmail.com
Jorgito querido, no tenemos la menor idea, pero qué diablos, ¿no? Si nos preocupamos de cada comment que aparece por ahí, terminamos locazos.
Espero que el comienzo de año haya sido fabuloso para ustedes. Conmigo está siendo bastante bueno, la verdad no me puedo quejar, salvo un pequeño detalle. No me han llegado ni la edición pasada ni la actual. Por favor, solución, ¡¡¡no puedo estar sin leerlos!!!
Carlos De La Torre
carlosdlt@hotmail.com
Algo raro está pasando (¡señores de Wayra, desahuévense o desahueven a sus mensajeros, pues!), porque por lo menos cuatro lectores nos han informado que desde hace cuatro meses les están llegando dos ejemplares juntos. Y suscriptores uníos, avisen en guan.
Hola Dedos, les escribe una madre de familia agradecida. Gracias a ustedes, mi hijo, de 18 años, ha comenzado a leer. Bueno, es obvio que ustedes no son Oscar Wilde o Faulkner, pero al menos me alegra verlo leyendo algo, aunque sea la malcriada pero divertida revista que publican. Por otro lado, les aconsejo meterse un poco más en la denuncia local. Un abrazo y sigan mejorando.
Elizabeth Cabrejos
elicabrejos@yahoo.com
Querida Elizabeth, qué profundo placer leerte. Pero no sé si has visto con detenimiento el staff de esta revista. ¿Que no somos ni Wilde ni Faulkner? Bueno, no seremos ellos, pero sí estamos seguros de haber dejado un importante legado a la humanidad. ¿Más denuncia local? Lo intentaremos. Para empezar, que alguien detenga a uno de los cuidadores de autos de la Avenida Diagonal. Cobra más que el estacionamiento del óvalo Gutiérrez.
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Incluso sin ninguna información acerca de la revista o sus redactores y lectores, las posibles respuestas sobre su identidad empiezan a surgir a partir de la observación atenta del lenguaje empleado. La situación de comunicación por carta lleva naturalmente al uso de la primera y segunda personas verbales, lo cual es propio de contextos más bien informales. Aquí presentamos un ejemplo:
“[…] Créanme, señores, no podía dejar de maldecir, así que pensé ‘tas ‘on, me la llevo, si me pescan me tiro al suelo y me hago el epiléptico”. Pero como Diosito es grande, en la cola del cajero me encontré con un amigo y le metí floro para que me preste dos soles.”
Es evidente que formas de lenguaje como estas pertenecen a hablantes del sistema del castellano, pero enseguida vemos que son usuarios que emplean la variedad peruana del mismo. Si recordamos el concepto de norma , reconoceremos los usos antes citados como propios del castellano peruano en general y limeño en particular (ver el peruanísimo diminutivo en “Diosito es grande”, marca afectiva en el lenguaje que nos caracteriza y que provendría del sustrato quechua), además de reconocer un registro informal propio de la juventud. La evidencia inmediata nos permite identificar a los lectores de Dedomedio y a quienes escriben la revista como gente muy probablemente joven, de alrededor de 30 años, con algunos más o menos. La expresión “[Es]tás [huev]ón” es la manera usual de dirigirse a los amigos entre los jóvenes peruanos. La práctica verbal que consiste en eliminar las raíces de las palabras para conservar las terminaciones es también marca del uso lingüístico juvenil limeño.
A continuación, otros casos y ejemplos:
“[…] vi su revista y pensé “qué bacán, ya salió”, pero estaba misio y pospuse su compra”.
“Hola, ¡Me parece bravaza la idea de que se celebre el Día del Disco, de las tiendas que venden discos!”
Desde el punto de vista léxico, términos como “bacán” y “misio” forman parte de la jerga peruana. En el caso de “misio”, que alude a “pobre”, “sin dinero”, recurre a conservar la raíz de “misionero”. El término alude a los religiosos evangelizadores en zonas lejanas del país, en cuyo beneficio era y es costumbre recolectar dinero a través de campañas en las que los escolares piden la colaboración voluntaria de la gente por las calles.
En el término “bravaza”, se ejemplifica cómo el sufijo aumentativo [azo], su femenino [aza] o los plurales de ambos géneros han pasado a constituirse en una forma típica y frecuente en el habla juvenil de nuestro país. Véase, en las mismas cartas, los ejemplos “Hablen, jugadorazos” o “terminamos locazos”. Obsérvese la estricta sujeción a las normas de formación de palabras en castellano: masculinos, femeninos y plurales siguen las reglas del sistema.
El uso disfemista que, según muchos estudios, es característico del lenguaje juvenil, se manifiesta también aquí. Las expresiones “puta, no puedo ser tan piña, carajo”, y “Todos tenemos nuestro hijo ‘e puta” así lo demuestran. El estilo burlón y “malcriado” (deberíamos decir “faltoso”) que resulta de estos usos complace grandemente a los jóvenes y les es familiar, tal vez por su afán de remarcar su diferencia y rebeldía frente a la formalidad o “estiramiento” del lenguaje adulto, que se pretende “culto” y se muestra, por lo general, eufemista . Sin embargo, y en una muestra más de creatividad, el lenguaje en Dedomedio le hace un guiño a su lector adulto (o al joven de clase media y alta con educación universitaria) con formas más “correctas” como “su revista está de la pe-eme” o “esas viñetas que cada mes nos hacen defecar de risa”, que asumen un tono supuestamente serio para conseguir, justamente, el efecto cómico contrario. Lo mismo puede decirse de la siguiente línea, en la que la mención de dos danzas poco conocidas o anticuadas sirve para generar un efecto cómico particular, solo entendible para quienes conozcan esos términos poco comunes: “¡Larga vida al rock, el pasodoble y el candomblé! ”.
Otra característica del lenguaje juvenil es su tendencia a emplear, explícitamente, giros, palabras y estructuras propias de grupos marginados o marginales, en un afán contradictorio o “contracultural” que quiere afirmarse como transgresor ante la rigidez y corrección, una vez más, del lenguaje formal o adulto. Prueba de ello es el desenfado de locuciones como “Elegante, pe’ varón”, identificada como usual entre, por ejemplo, los vendedores ambulantes que abordan a los automovilistas para ofrecerles cualquier cosa: “Colabórame, varón”. Igualmente, el afán de desmarcarse de lo serio y propio de los padres (de los “viejos”) se hace notar en la forma en que se apela a los distribuidores de la revista: “¡Señores de Wayra, desahuévense o desahueven a sus mensajeros, pues!”. Los trata de usted (uso formal) y luego emplea uno de los términos favoritos de la jerga juvenil. Una vez más, el efecto divertido, transgresor, se hace posible gracias al respeto de la regla básica de orden morfológico: [des] es un prefijo, que se une a una raíz, [huev], a partir de la cual se han generado, en perfecto castellano, desahuevar, verbo de primera conjugación, tal como surgen huevear (verbo), ahuevado (adjetivo) y desahuevina (sustantivo), entre miles de variaciones creativas posibles.
Otro aspecto digno de atención surge con expresiones que provienen del inglés: “Si nos preocupamos de cada comment que aparece, terminamos locazos.” o “JUAT??? Falta que aprendas a respetar.” Es evidente que aquí se están empleando términos del inglés, lengua de prestigio y familiar para los jóvenes, no solo por haberla estudiado todos en algún momento, sino porque es la de mayor presencia en los medios de consumo masivo de música, películas, televisión y cine, formas culturales cercanas y propias de los jóvenes. Lo interesante es la adaptación de la fonología (sonidos) del inglés al sistema castellano en “JUAT???”, así como la fluidez con que se integra “comment” a la estructura castellana de la oración, igual que en la expresión “avisen en guan” (de inmediato). Finalmente, y para concluir con el tema de los otros idiomas en este discurso, no se puede dejar pasar el término “Quicusa?”, que parece ser un juego a partir de la pronunciación del castellano andino aplicada a la expresión típicamente limeña, de tono exclamativo, que indica en el hablante una reacción de asombro exagerado o de protesta: “¿Qué cosa?”. Ahora bien, el hecho de que se juegue con la pronunciación castellana andina ¿es acaso parte del desenfado juvenil? ¿Es burla? ¿Implica reconocimiento y aceptación de esa forma diferente de hablar? Llegados a este punto en el análisis, empezamos a adentrarnos en el tema de los contenidos culturales, valorativos e ideológicos presentes en un discurso. Detengámonos, pues esto último será materia de otro momento del análisis.
Con todo lo anterior, llegamos a algunas conclusiones: el público lector de esta revista es peruano, es joven, educado, y pertenece a sectores socioeconómicos medios y altos. Podemos descubrir eso solamente con la información que los usos del lenguaje nos proporcionan. Si la intención de los redactores es generar identificación con los lectores y divertirlos al hablarles en formas que reconocen, practican y valoran, ello se logra fundamentalmente a través del estilo, la elección y la combinación de usos lingüísticos de manera creativa. Es una muestra de cómo se conjugan los componentes de la competencia lingüística de los hablantes para generar mensajes creativos y que permiten transmitir lo que se desea comunicar de modo que exprese, también, las particularidades de un determinado grupo de usuarios.
¿Cuál es la repercusión de esta revista en la sociedad juvenil limeña y peruana? Sea cual sea la respuesta, es evidente que los efectos que puedan existir tendrán que ver con el modo en que se ha usado el lenguaje. Comprender eso es un primer paso fundamental para entender la importancia no solamente de lo que se dice sino del cómo se dice.
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